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lunes, 12 de noviembre de 2012

Una chica que lee

Una lágrima ahogada y tantas y a la vez tan pocas preguntas. A veces solo quisiera parar de pensar, pero dejar de pensar y sentir al mismo tiempo, porque he aprendido que los sentimientos hacen más daño que cualquier otra cosa en el mundo, hacen que la vida, que los demás te importen y cuando alguien te importa al punto de convertirse en el único pensamiento de tu día, entonces estas perdido.
Tal vez tampoco es el sentir, tal vez mi mayor miedo y limitante es la conciencia que me hace reflexionar, que me previene y me bloquea.
Nunca salgas con una chica que lee, muy cierto, pero añadiría: ¡déjala encerrada!, porque una chica que lee es espectadora crítica, pide demasiado pero a la vez tiene miedo de vivir su propia historia. ¡Enciérrala! pues está acostumbrada a vivir en otras palabras, a respirar otros alientos, a decir, o al menos convencerse de ello, de sentir y entender el pensamiento ajeno, cuando ella es incapaz de permitírselo a si misma.
Enciérrala y dale un libro, pero no le des papel o tinta porque aunque sabrá narrarte miles de historias, tarde o temprano su propia conciencia le pedirá que escriba la suya; y he ahí el momento en el que recapacitará su encierro, en el que desaparecerán detectives, filósofos, mujeres inquisitivas, pasionales, aventureras; desaparecerán los paisajes, los trenes, la tarde, las calles, y quedará sólo la niebla y después... nada, la nada en la que se dará cuenta que ha sido todos y ninguno de sus personajes y se percatará de que olvidó a uno: a si misma, olvidó crear su historia porque siempre resultaron más interesantes las de los demás, porque las demás siempre tienen un final.
¡Eso es!, toda historia tiene un inicio, un climax y un final, un fin desolador, confuso, perfecto, incomprensible, aburrido, tedioso o efímero; pero un fin, cuyo objetivo es terminar el relato, dar al lector la posibilidad de cerrar el libro y acabar con la historia, olvidarla o guardarla en el inconsciente para posteriores remembranzas; pero sobre todo, un fin que concluya lo que necesita conclusión. La vida no es así, todos sabemos que hay un fin o destino terminal, pero no sabemos cuando debe terminar una historia, conocemos el inicio, vivimos y disfrutamos el climax, pero sólo una chica que lee será consiente de que viene el final, notará las señales inequívocas del mismo y sabrá desprenderse como lo ha hecho tantas veces antes; como le ha dicho adiós a sus héroes y villanos, a sus cómplices y colaboradores.
La chica que lee sabrá cuando empieza el final porque ha visto acortarse el libro y ha pasado la página tantas veces que las yemas de sus dedos están educadas para disfrutar, saborear y acariciar esas últimas páginas de los relatos memorables, o incluso, sabrá apresurar las de aquellos que la molestaron, ofendieron o dejaron insatisfecha. Sabrá que cuando llegue la última hoja, será la despedida.
La chica que lee sabe que no existen príncipes ni princesas pero, a pesar de ello, se construye castillos en el aire; sabe que no existen ni los monstruos, ni dragones, pero ello no impide que se cree sus propios fantasmas; sabe también que en todo cuento hay un villano y, al parecer, prefiere ese papel. No importa cuánto tiempo atrás haya leído esos cuentos, no se permitirá olvidar que por creer alguna vez en ellos, un príncipe rompió su corazón. No permitirá más príncipes predecibles, no más hechizos de enamoramiento y mucho menos un "felices para siempre" (aunque a veces quisiera convencerse de ello).
Y así, hoy prefiere los diálogos de Platón, la retórica de Freud, o el cine que presente un reto a su entendimiento, no desea más una comedia romántica que sabe que nunca se cumplirá. Y sin embargo la chica que lee cae, y cae en manos de la incertidumbre, de la añoranza por querer volver a sentirse tonta, despreocupada, por volver a vivir con la intensidad que sólo los irracionales tienen.  Pero no puede, no puede volver ese conocimiento adquirido, regurgitar cada experiencia, olvidar cada golpe en la pared de la realidad que la ha llevado a refugiarse en sus libros.
La chica que lee conoció a alguien, un lector más que le representa un reto, un lector tan ávido de conocimiento como ella, tan pasional como ella, tan impredecible e inconstante como ella, un lector que sacude su mundo, toca su mano a través de las puertas de cristal levantadas en torno a su muralla, y ella quisiera abrirlas y lanzarse al vacío con él, pero recuerda que aprendió a cargar un soga en el bolsillo por si ello ocurría. Y quiere ahogarse en la desesperanza tras haber hecho de lado su orgullo y vanidad y confesarse, se quita la careta y sueña a su lado y no se ahoga pues aprendió a nadar, abre el respiradero, vuelve a tomar aire y recuerda el tanque de oxígeno que siempre lleva a su lado.
Hoy es una chica precavida que ha formado su maleta a base de desilusiones y sin embargo, vuelve a ilusionarse, a sentir mariposas ahogadas por años con litros de sinceridad, cinismo e ironía. Nunca ha sido frívola, aunque lo pareciera, simplemente ha sido protagonista oculta, narradora inquisidora, escritora mediocre y editora renegada de su propia historia.
Hoy es consiente de ello y sale de su torre de encierro, vuelve a abrir las ventanas con cuidado para evitar ser deslumbrada, pues ya ha sido engañada con luces artificiales o bien, ha abierto la ventana en medio de la tormenta, teniendo que recoger después los pedazos del desastre. Abre la puerta y se quita con cuidado las botas, se desprende de los calcetines que la protegen del frío y coloca suavemente su pie sobre el pasto húmedo por el rocío matutino. Recoge el pie, se calza las botas y se dispone a llamar a su chef favorito, aquel  héroe de batallas pasadas que resultó ser su confidente, mentor y cómplice, aquel antiguo aprendiz de brujo que ha logrado quedarse y salir de la historia. Tal vez el fue el único que siempre entendió su forma de leer entre líneas, le presentó nuevos autores, se convirtió en su corrector y editor, pero nunca le robó su esencia  la dejó ser, la enfrentó y apoyó, la fortaleció y la invitó a erguirse en su autenticidad.
Hoy la chica poco convencional que ama las bibliotecas y la soledad tuvo que sacar un pañuelo, sonarse una breve desilusión  limpiar la gota que manchó la hoja, quitar el exceso de tinta de la pluma y posarla sobre el hermoso lienzo que tiene frente a sí, un lienzo manchado, con algunos parches y pequeños residuos de borradores pasados, porque hoy, la lectora quiere escribir.

martes, 17 de julio de 2012

Caminando en el mar

Despierto y nado, me sumerjo en esa aguas profundas que borran las huellas dejadas, las huellas que permanecerán solo cubiertas por arena, una arena que las irá desgastando pero no las dejará partir pues marcan el camino de regreso, el origen de las cosas, la fotografía a la cual volver o simplemente hechar un vistazo para encon trar el punto exacto en el que nos equivocamos.
Paso a paso, el agua va cubriendo poco a poco las raíces de mi andar, los motores de mi carrera contra reloj; y de repente, se va aligerando la carga, sabes que contunúa ahí pero pierde peso al flotar sobre esas aguas que tanto amas, que tanto disfrutas, que son tu elemento perdido, tu constante en cada sueño y el punto de regreso. Es una carga pesada que no siempre logras soportar, un peso que a veces viertes sobre otros, sobre aquellas personas susceptibles, sobre quienes sabes que no aligerarán la carga pero te acompanarán riendo y llorando internamente aunque no te lo demuestren.
Y se tiñe poco a poco el agua, esa agua clara que por momentos se vuelve turbia, agitada, pero siempre regresa a su tranquilidad, a aquella profundidad que le da su misticismo, que te provoca adentrarte en ella por que crea vida pero que siempre te recuerda que debes mantener cierta distancia, un respeto casi ceremonial a su naturaleza incosntante, a su alma nómada, a su corazón solitario y perdido que no sabe cómo, pero siempre le muestra el camino a casa.
Es hora de comer, quizá deseas regresar a visitar a los viejos amigos, a  aquellos sabores que ignoras o abandonas por probar nuevos condimentos pero que mantienen grabado en tu memoria el placer, la tranquilidad, la certeza itinerante de su compañía; aquellos sabores que te hacen sentir en casa, cobijada, aquellos que te perturban y alteran tus sentidos pero siempre mantienen ese toque que te hace volver, que te invita a regresar para que recuerdes que nada ha cambiado en ese mundo de condimentos exóticos que otorgan una fiesta de sabor y sensaciones a tus sentidos.
Y volteas, miras a esa playa, te gusta la arena, pero te gusta aun más entrar en el mar, buscar la tempestad o simplemente dejarte llevar por las olas; y no sabes que hacer, pues los recuerdos y sentimientos evadidos regresan con cada corriente que se avecina entre tus piernas y parece empujarte a momentos y querer derrumbarte en otros. Y se remueve la arena bajo tus pies pero simplemente disfrutas esa sensación, el como toca delicadamente tus dedos y te hundes poco a poco pues, a pesar de la fuerza de las corrientes, las olas y los recuerdos, hay algo a lo cual aferrarse, un ancla interna que alguien te regalo hace mucho tiempo, un ancla que negaste y que sin embargo te ha mantenido a flote en los momentos más duros, el ancla que aun cubierta de moho te recuerda que sigue ahi, muy clavada en tu corazón aunque no quisieras aceptarlo, un ancla que a pesar de la tormenta, huracanes, altas y bajas de la marea te ha dado dos años y te dará uno más, un año para zarpar, para recordarte como navegar, un año más de espera.
Hoy no te importa esperar, ya lo hiciste, ahora sabes que puedes y que no te moveras. No sabes cómo regresará su dueño, ni siquiera te reconoces presente, no sabes tampoco que tan picado se enuentre el mar o que  nuevos rumbos tendrá en mente tu faro siempre alumbrado pero itinerante, solo conoces tu certeza, aquella de querer partir sólo cuando ese antiguo navegante vuelva a las aguas de las que nunca se fue.

domingo, 22 de abril de 2012

Hay que creérnosla

¡Hoy me sentí internacionalista!, hoy vi verdaderamente el trabajo que puede desarrollar un profesional de las rrii en el mundo laboral, hoy de verdad "me la creí". 
Miércoles 18 de abril de 2012 8.00 hrs., ha comenzando mi día, hoy inicia el Foro de Desarrollo Regional de Banda Ancha para las Américas en el que tengo la fortuna de participar gracias a mi servicio social; las piernas me tiemblan, tartamudeo increíblemente con los primeros representantes internacionales que llegan frente a mi, ¡estoy pasando por fin a la práctica!, mi jefe me ve a lo lejos y recupero la confianza para desempeñar mi trabajo. Primer día de reuniones, de diálogo político, de lobby continuo para desarrollar iniciativas, contacto directo con los tomadores de decisiones internacionales, con los representantes de organizaciones a veces tan ajenas a nosotros: que estudiamos, criticamos y analizamos, pero pocas veces visualizamos tan cercanas.
Segundo día de reuniones, hoy me siento más confiada, es un día difícil por los asistentes al foro y sin embargo la convivencia entre ellos, el aprendizaje hasta hace poco en un tema tedioso para mi, me muestran otra perspectiva de las cosas, me muestran una capacidad que no sabía que podía ofrecer y que en no pocas ocasiones subestimamos por teorizar en exceso y por sentirnos ajenos o ni siquiera visualizarnos en  lo que dentro de poco será nuestra realidad laboral, aquella para la que nos hemos preparado ya casi por cuatro años.
Estos tres días me han servido más que como una experiencia de vida como mi primer acercamiento a ese algo de lo que no era consiente, me han servido para ubicarme en la temporalidad en la que me encuentro y en la que saldré a enfrentar en poco tiempo. Creo que no es sólo el miedo el que nos mantiene unidos a la facultad al terminar la carrera, sino la pérdida de esa comodidad, de ese espacio de confort en el que nos encontramos desarrollando una actividad que hemos realizado por tantos años y que a pesar de implicar una constancia y decisión no implica una responsabilidad total por nuestros actos, un peso sobre lo que podamos hacer o no; no nos decidimos a enfrentarnos a lo nuevo, a reconocer que al lugar al que lleguemos necesitaremos adecuarnos, reinventarnos y sobre todo esforzarnos por aprender, por crecer profesionalmente. Creo que nuestro principal enemigo somos nosotros mismos que no "nos la hemos creído", no nos convencemos de las verdaderas capacidades que poseemos y que podemos ofrecer comparados con muchos otros profesionistas egresados de la misma carrera pero que han llevado una preparación diferente.
Esto va dedicado a todos los internacionalistas de la UNAM que tenemos pánico a equivocarnos, a pasar de lo teórico a lo práctico, a entender que tenemos mucho que ofrecer y que sobre todo, somos reconocidos porque sabemos hacer las cosas, porque tenemos las herramientas para ello y porque lo único que nos falta en convencernos de ello.
Esta publicación no es con el afán de presumir, ni mucho menos de llamar la atención, sino para demostrarnos y demostrarme que se puede tener buenas oportunidades, que podemos aprovecharlas y que tenemos que confiar en nuestras capacidades porque el simple hecho de ostentarnos como alumnos de la UNAM nos da una identidad y un respaldo reconocido en otras partes del mundo.
No negaré que la oportunidad que recibí ha sido muy importante para mi, que las personas que conocí y con las que conviví a lo largo de tres días y a veces hasta por casi 10 horas me dejaron una gran experiencia, pero sobre todo, reflexiones sobre mi carrera, mis metas, proyectos y ambiciones y sobre ese mundo que como mencionaba anteriormente estará dentro de poco abierto para que salgamos a él con la seguridad de que tenemos qué ofrecerle.

domingo, 15 de abril de 2012

Un nuevo inicio, un adiós

Despierto, abro los ojos, una ventana enorme alumbra hoy mi recámara, tengo las mismas cosas y sin embargo hay algo diferente, me he despedido de una parte de mi vida, una parte hasta hoy escencial para mi.
Ha cambiado mi refugio, hoy desperté en mi nueva casa, han sido demasiados cambios en muy poco tiempo. He tenido que desprenderme de un lugar que para mi significaba paz, consuelo, refugio, abstracción, el lugar más sagrado en mi vida; en él he vivido momentos increibles, los más hermosos y los más tristes, mis enojos injustificados y justificados, mis más sinceras carcajadas, mis más tristes pensamientos y mis más valiosos momentos. En esa casa dejo demasiados sentimientos tal vez es por eso que me ha costado tanto desprenderme de ella.
Hace unos días llevé a cabo una especie de despedida, un "ritual" que creo que todos necesitamos experimentar alguna vez en nuestras vidas y que fue acompañado de un amigo maravilloso que nos fue guianado a través de él. "Todos tenemos que aprender a decir adiós, a cerra círculos, para empezar unos nuevos", creo que hasta hace muy poco comprendi el significado de ello y comencé a hacerlo; siempre me ha costado desprenderme de las cosas y sobre todo de aquello que me resulta irremplezable.
Pues bien, todo comenzó con una luz encendida, cuatro velas que simbolizaban el paso de cada uno de nosotros por esa casa (mi papá, mi mamá, mi hermana y yo, mi familia), el recorrido por cada uno de los lugares que conformaban la casa, bastante difícil para explicarlo, removió muchísimos sentimientos pues nos hizo derramar bastantes lágrimas acompañadas de innumerables carcajadas, al ir reviviendo todo aquello que aunque no  siempre lo aceptemos nos regala una casa. Creo que, sin embargo, el momento más difícil de todos fue la llegada a la puerta principal, girar la cabeza y tener que decir adiós, agradecerle a esa vieja casa todo aquello que nos había regalado y dejarla ir como muchas otras cosas que ahí sucedieron.
Creo que ninugo piensa en realidad lo que significa el tener un lugar al cual llegar, en donde te reciban y te sientas libre de todo lo demás, un lugar al cual se desee siempre regresar. Sé que los recuerdos quedan, que se van con cada uno de nosotros y que el hogar no lo hace una estructura, sino aquellos que construyen día a día sus sueños y vivencias cotidianas, mi hogar se va conmigo pero mi casa, la que vi desde mi primer día de vida, esa queda guardada en mi mente junto con todo aquello que me dió, junto con estas lágrimas que hoy derramo frente a esta computadora por un nuevo comienzo.
Y no fue el único adiós, mis niñas, mis compañeras de juegos y travesuras, quienes no importaba que hubiera llovido, hiciera frío o calor, o no me hubieran visto todo el día, me recibían siempre con la misma alegría, con ese cariño sincero, irremplazable e inentendible para muchas personas; el decir adiós a mis dos perritas fue algo que aun me duele, que aun me lleva a derramar lágrimas por no haberme podido despedir de ellas. Sé que ahora estan en las mejores manos que pudimos haber encontrado, con personas que las cuidarán y les darán todo el amor que pudimos haberles ofrecido, y que ellas les darán todo ese cariño que son capaces de otorgar, ese cariño tan puro que sólo un compañero de ese estilo te puede regalar. Por eso hoy aprovecho este espacio para decirles adiós, para intentar despedirme de dos seres inolvidables que siempre fueron más que mis guardianas, mis amigas en silencio, mis compañeras de vida, y una parte de mi pequeña-gran familia.
Adios

domingo, 8 de abril de 2012

Luna

Un pedazo de luna comparte mis sueños, alumbra cada pasillo por el que divaga mi mente, alimenta las esperanzas de los más secretos deseos y dirige mis pasos a nuevos paisajes.
Un pedazo de luna acompaña mi cama, duerme a mi lado, alumbra mis noches, cuida mi insomnio, enamora mis pensamientos, tranquiliza mis miedos, acompaña a mis estrellas y llena mi cielo.
Cielo que siempre he disfrutado, compañera que siempre encuentra mi mirada en noches perdidas, en mis noches solitarias de tristeza y felicidad, de nuevos retos o planes a preparar; compañía también en mis noches compartidas en las que alzo la mirada y sueño y recuerdo.
Luna que me escucha en silencio, que me inspira y tranquiliza, luna que me recuerda lo pequeños, lo mortales y esporádicos que somos. Luna blanca, luna ámbar, luna que cambia, luna eterna que siempre me acompaña.

viernes, 6 de abril de 2012

Scrabble

Firmaste el contrato y aceptaste el juego, sonreiste y te sonrojaste, no creí poder verte así algún día: estabas nervioso y no sabías como reaccionar, creo que aun no asimilas lo que ello significa y espero que lo hagas pronto porque has entrado en territorio bastante conocido para mi, uno en el que puedo moverme a mi antojo, en el que hace tiempo se escribieron las reglas y para el que no hay enmiendas.
Tu paso es lento, sumamente reflexivo, hay algo en ti que me mantiene en un hilo, que me perturba y provoca mi curiosidad. ¿Capricho? puede ser, quizá es ese cambio en el ritmo, ese paso lento, sin correr, llevando a tope mi paciencia; no se cuánto aguante así pero sé que me agrada, que me siento cómoda y que tampoco quiero presionarte; me gustas así, siempre me has gustado y aun no se por qué.
Vaya situación, el ajedrez se ha vuelto scrabble, tengo que descifrar cada idea, encontrar el orden de cada letra y colocarla en el momento justo; me encanta jugar y hemos comenzado, ¿cuántos puntos quieres apostar?, le debo un frappé a alguien.

domingo, 1 de abril de 2012

Mira

Que ciegos somos, qué débiles son nuestras certezas y los cimientos de aquello que nos da una seguridad, ese algo al cual aferrarnos, esa base endeble para no caer.
Que tontos somos al olvidar sentir, al evitar meter los pies al mar para evitar mojarnos, al evitar salir por no despeinarnos, al evitar gritar por miedo a escucharnos. ¿Por qué nos aferramos a creer que la vida es una continua repetición de situaciones, lugares y momentos? no nos percatamos de cómo pasa el tiempo y de como se van perdiendo todos aquellos posibles encuentros.
Despierta y abre los ojos, disfruta el aire que hoy respiras y tal vez mañana no puedas, añade sabor a tu vida y saborea cada sensación en tu boca, pues piensa que incluso lo más amargo te podrá deleitar. Siente lo delicado del suelo que pisas y lo pequeño que eres en él, bebe cada gota y deja a tu piel sentir esa frescura y esa cercanía con su entorno que tanto le hace falta para entender que es un ser más en esta tierra, que debe aprender a volar sin despegar los pies y que debe seguir escalando sin olvidar mirar abajo para admirar el paisaje.
Quítate esa venda que no te permite ver más que oscuridad, disfruta los colores, hazlo tú que puedes; y respira, recuerda, siente, reflexiona, corre, salta, cáete y levántate, no podrás volver a hacerlo así que vive ya.